martes, 20 de septiembre de 2011

"En Argentina hay cosmética ambiental"

Por Francesca Colombo

El biólogo argentino Raúl Montenegro, galardonado con el Nobel Alternativo, dialogó con Tierramérica sobre sus logros ambientales.


BUENOS AIRES, (Tierramérica).- El argentino Raúl Montenegro recibirá en diciembre el premio Right Livelihood del parlamento sueco, llamado Nobel Alternativo, "por su sobresaliente trabajo con las comunidades locales y pueblos indígenas, en defensa del ambiente y la conservación de los recursos naturales tanto dentro como fuera de América Latina".


El premio, cuyo nombre alude a ganarse la vida éticamente, distingue a personas que dan respuestas prácticas ejemplares a grandes problemas contemporáneos. Fue creado en 1980 y tiene una dotación de 268 mil dólares.

Montenegro es profesor de biología evolutiva de la Universidad de Córdoba, en el centro del país, y presidente de la Fundación Ambientalista (Funam) de esa provincia. Ha dedicado su vida a las actividades antinucleares, la creación de áreas protegidas, el combate contra la contaminación química y la deforestación, y la protección de recursos hídricos.

Trabajó en otros países de América Latina, África e India, y dice haber aprendido en sus viajes que la sabiduría esta más cerca del barro que de las luces urbanas.

El activista recibió en 1992 el premio austriaco Futuro Libre de Nuclear, en 1989 el Global 500 de la Organización de las Naciones Unidas, y en 1971 el de Investigación Científica de la Universidad de Buenos Aires.

P.- ¿Qué significa para usted recibir el Nobel Alternativo? R.- Es una caricia internacional para el alma. Cuando se viven tantas luchas, muchas de ellas duras e infructuosas, y se reciben tantas amenazas y presiones, el premio es como un escudo que se agradece y disfruta.

P.- ¿Cuáles son los principales problemas ambientales en Argentina? R.- La corrupción, los funcionarios incapaces y el egoísmo de las empresas y de muchos ciudadanos. El resultado es un país que tiene cada vez menos ambientes naturales, y cada vez más contaminación. Más de 80 por ciento de los bosques nativos han sido destruidos. No hay gestión ambiental, hay cosmética ambiental.

P.- Las comunidades mbya tekoa yma y tekoa kapii yuate han sido despojadas de sus tierras en la reserva Yabotí, de la provincia de Misiones (noreste), por empresas privadas que extraen árboles centenarios y destruyen su hábitat. ¿Qué ha logrado Funam en defensa de esas comunidades? R.- Mucho, pero es insuficiente. Mostró a los cuatro principales responsables de ese genocidio silencioso: la empresa Mocomá Forestal; el gobernador de Misiones, Carlos Rovira; el ministro de Ecología, Luis Jacobo, y el director de Asuntos Guaraníes, Arnulfo Verón. Obtuvo una moratoria de un año para la extracción de árboles, que no se cumple muy estrictamente, y estableció que las comunidades deben ser propietarias del territorio en que viven.

P.- ¿Es posible frenar ese genocidio y las motosierras con campañas mediante correo electrónico y fax, como las de Funam? R.- Sí, pues su impacto es tremendo. Los gobiernos temen esa presión internacional y la difusión de sus responsabilidades.

P.- Otra campaña de Funam pide prohibir la caza y comercio ilegal de iguanas (Iguana iguana). ¿Qué resultados ha tenido? R.- Logramos que cesara por tiempo indeterminado la posibilidad de cazar sin cupo. Difundimos además vinculaciones que incidían en el asunto, entre el entonces gobernador de Córdoba, Eduardo Angeloz, y la curtiembre La Unión. El escándalo y la ulterior quiebra de esa firma hicieron que mermase drásticamente la caza de iguanas.

P.- En 1994 estuvieron en Guatemala para rechazar el ingreso de un reactor nuclear canadiense. ¿Cómo fue esa experiencia? R.- Excepcional. Explicamos al organismo nacional ambiental los riesgos de ese reactor, y logramos una posición contraria a su entrada a aquel país. Años más tarde hicimos una campaña similar en Zimbabwe, y conseguimos que se archivara la iniciativa de comprar un reactor nuclear argentino.

P.- ¿Por qué dice que Funam es "bien tercermundista"? R.- Porque trabajamos sin cobrar sueldos, y con presupuestos ridículamente bajos. En 23 años, casi no hemos usado fondos externos. A pesar de esa diminuta capacidad financiera, somos un dolor de cabeza para muchos gobiernos y empresas, y la comunidad nos respeta.

P.- ¿Un académico debe tener los pies en el barro para conseguir cambios? R.- Es importante, tanto como saber sacarlos cuando uno está siempre en el barro. Llevo herramientas técnicas a la comunidad, pero también obtengo del trabajo de campo ideas y conocimientos valiosos para la academia. Son tan peligrosas las torres de marfil como las de barro. El desafío es tener humildad y no dejar de aprender.

* La autora es colaboradora de Tierramérica.

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